Reseña: El Lugar de la Otra (2024), un Relato Criminal sin Pasión
La representante chilena para el Oscar que llegó a Netflix el pasado viernes, apuesta por un filme de época y de corte feminista.
Hace unas semanas durante su presentación mundial en San Sebastián, la directora chilena Maite Alberdi, aseguró que con El Lugar de la Otra (Chile, 2024), su incursión en el mundo de la ficción buscaba reivindicar ‘el derecho a ser mala’. Bajo esa premisa y de los temas centrales que maneja: crimen, usurpación y obsesión femenil, uno pensaría que quizás estamos ante un nuevo giro sudamericano de La Otra (1946) con la inolvidable Dolores Del Río, o de los clásicos noventeros de The Talented Mr. Ripley (1999) y Single White Woman (1992), o ya de perdis algo que nos recuerde a la grande Bette Davis en A Stolen Life (1946) o en el refrito de La Otra, la deliciosa Dead Ringer (1964). Sin embargo, la realidad es otra. Estamos ante un drama cuyo principal crimen raya en lo convencional, sin sobresaltos, pulcro y sin ningún misterio.
Así nos encontramos con Merceditas, Meche o Mercedes (Elisa Zulueta), quien se desempeña como secretaria de un juez que lleva el caso de uno de los asesinatos que conmocionó al Santiago (capital chilena) de los años 50. Meche está casada con un hombre que ronca todos los días, tienen un estudio fotográfico y dos hijos adolescentes que no la respetan y la dejan prácticamente sin comida. La familia vive prácticamente a oscuras porque ante el filtro de Netflix —y un recurso cada vez más usado en el cine latinoamericano—, la distinción y jerarquía de la sociedad se percibe a través de la iluminación en la morada.
Alberdi, quien ha asegurado que esta producción fue un ‘encargo’ de Netflix, dirige un guion lejos de su autoría que se basa en hechos reales poco definidos. El crimen en cuestión es la muerte de un hombre joven a manos de su amante ya entrada en años, la escritora María Carolina Geel (Francisca Lewin), que se lo despacha de cinco tiros enfrente de la burguesía chilena asidua a este restaurante de un hotel exclusivo. Una vez que la famosa experta en letras ha sido detenida en el lugar de los hechos, alguien tiene que traerle ropa y artículos personales para estar presentable ante el juzgado y los doctores que la evaluarán por cuestiones mentales. Merceditas ha sido testigo y con tremendo asombro de la detención de Geel, así que no duda en ofrecerse en realizar dicha tarea. A diferencia de su hogar, este departamento es seductor, postmoderno, con tina y completamente iluminado de techos altos, lleno de plantas tropicales tipo Brooklyn, claro menos crudo.
Así comienza una delicada pero fructífera obsesión por el estilo de vida, las pertenencias, los secretos y el conocimiento que percibe de una mujer independiente, culta, de buen vestir y aparentemente sin responsabilidades hogareñas. A medida que el juez se demora con el juicio en contra de la escritora, quien no ha negado su acción criminal, pero no ha confesado los motivos que la orillaron a semejante hecho, Meche comienza a usurpar no solo el hogar sino la personalidad de Geel. El perfume, la vestimenta, los libros, la soltura con la que se desarrolla y su presencia al caminar por las calles adoquinadas del Centro Histórico de Santiago, revelan a otra mujer. Ahora de manera sútil, Meche comienza a levantar la voz, exigir respeto y autodeterminación sobre todo en su casa.
Si bien es evidente lo que adquiere en sus ilícitas visitas, cabe preguntarse ¿cuál es la misión de Mercedes como personaje principal, a qué nos está invitando? ¿A descubrir las razones ocultas por las que Geel mató a su amante? ¿Comprobar que Geel trató de imitar a su escritora favorita María Luisa Bombal, quien años atrás intentó asesinar a su amante? ¿A fantasear con los privilegios y la libertad económica del uno por ciento de la población, cuya estructura social de su país la tiene sometida? ¿Será que estamos ante un prototipo de arribista de los 50 o una aspiracionista buena ondita del 2000, que niega ver su realidad o sus orígenes?
Basado en el libro Las Homicidas de la escritora chilena Alia Trabucco Zerán, la primera película de ficción de Alberdi, se concentra solo en el perfil de Geel, de cuatro que lo integran. Al inventar un personaje protagónico (Mercedes), que carece de perspectiva al no elevar sino restringir la historia real de la escritora así como de los motivos del asesinato (un hecho complejo pero fascinante), la cinta sufre de un problema de identidad al no encontrar un estilo y tono preciso. Es un hecho que el guion pretende llevarnos a un despertar de conciencia de género de esa época con una mirada actual, a la par de un drama criminal tibio que ignora cuestionar al elefante en la habitación.
Aunque existen momentos amenos e interesantes en la trama, algunos de estos son desaprovechados, carecen de clímax o simplemente son poco explorados por las guionistas. Por ejemplo, el más doloroso viene cuando Merceditas tiene que ir a la ‘cárcel’ para documentar los ‘lujos’ con que vive Geel. Aquí conoce a Rosa, una señora que le pide una foto. Quizás porque es de apariencia indígena y le es inferior, o simplemente no puede perder ninguna exposición —su rollo fotográfico solo tiene para 12, como se lo advirtió su marido—, pretende hacerlo. Una vez que se da cuenta que Geel no la ve como su par sino como la señorita de los cigarrillos, a pesar de haberle dicho su nombre, se marcha no sin antes tomarle a distancia una foto a Rosa. Mientras Geel continúa con su trabajo, de hecho escribe un libro durante su detención Cárcel de Mujeres y tiene una ‘celda’ propia, Rosa tiene que barrer y tal vez vivir con más reclusas y carente de representación legal.
Estas breves pero sustanciosas interacciones dan pauta a una reflexión de empatía y de conciencia en Meche, siendo la cuestión de clases uno de los temas centrales y que se pretende ignorar. Sabemos que ella no puede entrar a ciertos lugares, que desea un espacio personal y quizás vivir con algunos de los privilegios y libertad financiera que percibe de la escritora, pero al conocer a Rosa y escuchar su historia sabe que hay estructuras más difíciles de vencer. Y es aquí irónicamente cuando el título del filme en inglés hace eco con mucho más sentido: “In Her Place.” En ese contexto, la mejor línea de diálogo en toda la película —a pesar de su mirada feminista—, proviene de un hombre al interpretar las acciones de Meche, quien no puede articular esos sentimientos: "los que estamos aburridos de ser nosotros, necesitamos ir a donde podamos ser nadie".
Pese a los problemas en la construcción de su personaje, Zulueta cumple con el paquete de Mercedes, al reflejar a la mujer trabajadora de clase media (más no proletaria como se pretende hacer creer) de esa época con una vulnerabilidad y curiosidad cercana. En términos generales, salvo unos terribles y nublados flashbacks, la cinta funciona con una producción cuidada que se esmera mucho más en su estética que en la propia historia. Alberdi con sus dos nominaciones al Oscar, no logra encontrar la sensibilidad y el impacto visual que para muchos alcanzó con sus documentales El Agente Topo (2020) o La Memoria Infinita (2023), cuya invitación al debate eran instantáneos. Cuando comienzan los créditos finales vemos su instinto documentalista asomarse en la pantalla chica, vía recortes de periódicos sobre los verdaderos crímenes ocurridos. ¿Acaso aquí estaba la verdadera historia que merecía ser contada y sin intermediarios? El filme prescribe como lo que siempre se planteó: un ‘encargo’ para el abundante catálogo de su empresa.
El Lugar de la Otra se encuentra disponible a nivel mundial en Netflix.